Cuerpo Místico de Cristo

246. El amor del Padre, la voz del Espíritu Santo, el diálogo constante con Jesús y la Mirada penetrante de María, proyectan nuestras vidas y nos fuerzan a aplicarlas íntegramente sobre el Cuerpo Místico de Cristo.
247. El recuerdo de Jesús histórico y la imagen del crucifijo con su pasión y muerte, nos remite inevitablemente al Crucifijo doliente de hoy; es el Cristo vivo, crucificado en carne y sangra actual, en su pasión y muerte, repetida a diario, sufriendo, agonizando y muriendo en multitud de hermanos.
248. nuestra sincera y profunda gratitud al Padre, que por amor nos entrega a su Hijo único hasta la muerte y muerte de cruz para que tengamos vida eterna(Jn 3,14-16) y el amor de Cristo que nos amó y se entregó por nosotros(Gal 2,20), víctima de nuestros pecados, nos mueven a aplicarle toda nuestra carne y sangre, hechas dolor y amor, en sus mismas llagas abiertas por nosotros en su Cuerpo Místico. Sólo nos cabe prometerle humildemente, con el profeta David: “Yo enseñaré a los desviados tus caminos y los pecadores volverán a Tí”(Sal 51,15) .
249. Es este Cristo crucificado de hoy el que polariza, acapara, encadena, aprieta y exprime nuestras vidas con El crucificadas: sin tiempo, ni tarea, ni interés, ni gusto, ni pensamiento, ni camino, ni objetivo alguno propios. Porque nuestra vida es Él, Él es la razón y causa de toda nuestra vida y de cuanto implica a todos los niveles y en todos los lugares. “Si vivimos, para Él vivimos y si morimos para Él morimos, de Él somos”(Rm 14,8).
250. Las últimas palabras de Jesús junto a María, que resuenan aún en la agonía de su Cuerpo Místico: “Tengo sed… Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo ahí tienes a tu Madre”(Jn 19,26-28), se nos clavan en el alma y hacen que nos prestemos sin demora, acompañados por la Madre, a continuar en nosotros mismos su entrega de amor hasta la cruz. Es el mismo Cristo quien nos asocia a su mayor prueba de amor de pedirnos la entrega total de nuestra vida como rescate de muchos hermanos. Tal es el precio en que Él nos estima, cuando nos llama a seguirle. Es por lo que no queremos “saber sino a Jesucristo y éste crucificado”(1Co 2,2).
251. En realidad no es otro el tema y asunto que llevamos entre manos con Jesús y María, su Madre y nuestra Madre, en nuestros diálogos intensos, prolongados y comprometidos de cada día. Sin pretenderlo trastocan y desinstalan nuestro vivir y actuar, nuestros programas y proyectos en todos los planos y horizontes, teniendo que renunciar a todo y morir a nosotros mismos todos los días. “Dios nos libre de gloriarnos si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”(Gal 6,14).
252. Nos sentimos uno con este Jesús Cabeza en el que repercuten y afectan vitalmente los incidentes de cada uno de sus miembros: realidad viviente, a menudo cruel y exigente, que Jesús como amigos nos transmite y manifiesta. En nosotros se cobija y se confía, y confía en nuestras manos su destino en multitud de hermanos, por lo que nos pide tomar la cruz cada día y continuar en nosotros su mayor prueba de amor.
253. El Cristo total –Cabeza y miembros- nos abre así a la composición de lugar propia de nuestra oración diaria, más que suficiente para dejar toda rutina y para quedar cogidos totalmente por un Jesús vivo que me necesita con todo mí ser, y constituye el resorte más acuciante y la razón más fuerte de nuestra misión. Nuestra vocación se hace urgencia inaplazable y toda la preparación y formación para corresponderle, compromete y reclama, de forma apremiante, toda nuestra capacidad personal y comunitaria.
254. Ante esta mirada penetrante de Jesús y María se nos olvida y desaparecen nuestros problemas, preocupaciones, angustias, proyectos, realizaciones e ideales propios. No se nos ocurren peticiones, pensamientos, modos o sistemas con que engarzar nuestra diaria oración y predicación. Como María sencillamente estamos. Estamos y somos uno con Él. Con Él compartiendo y conviviendo su pasión y muerte en todos y con todos los hombres. Y esperando, a solas con María, su resurrección en multitud de hermanos.

Estatutos de la Fraternidad Católica Misionera Verbum Dei.

No hay comentarios:

Publicar un comentario