La Sagrada Eucaristía

221. En el sacrificio y sacramento de la Eucaristía se concentra y se nos entrega al amor divino-humano de nuestro Dios. Y se nos renueva de forma gráfica y palpable la presencia real de la Trinidad en nosotros.
222. La persona de Cristo, Sacramento del Padre, su carne y sangre hechos pan y vino, es el alimento propio con que Jesús ha querido singularmente atender a la vida divina de los hombres, uno por uno, hasta el fin de los siglos.
223. Nuestra vida discurre en torno al Sagrario, y el día cede el turno a la noche y la noche al nuevo día, en una sucesión continua de citas amorosas con Jesús Eucaristía. Por nada el mundo que queremos perder o dejar de aprovechar este derecho a tan grande amistad. Por iniciativa y decisión del mismo Jesús nos pertenece y nada ni nadie nos l puede arrebatar ni impedir. Con el autor bíblico podemos, al unísono, cantar: “Encontré al amor de mi alma, le así y no le soltaré…mi amado es para mí y yo soy para mí Amado”(Ct 3,4;2,16).
224. Observamos que nuestra intimidad e ilusión recíproca con Jesús se quedaría a mitad de camino y que tal diálogo y amor sería muy mediocre e infantil si nos limitáramos a adorar la Eucaristía, admirar el colmo de este amor de Jesús hasta el extremo y nos quedáramos contemplando y admirando. Muy lejos andaríamos del ideal y meta a que Jesús aspira en nosotros en su Sacrificio Eucarístico y en su permanencia en el Sagrario. Jesús más que adoradores y admiradores, pretende y busca decididos imitadores.
225. Nuestra asistencia al Sacrificio Eucarístico ya no nos consiente seguir como meros espectadores. Recibimos la llamada constante a ser partícipes y actores de la misma ofrenda y consagración para transformarnos en el mismo Amor Eucarístico que recibimos, hostia, ofrenda permanente y víctima viva con Jesús y como Él.
226. Nuestra vida contemplativa-activa, acopla y conecta fuertemente ante el Sagrario, toda su formación y dinámica apostólico-misionera. En la Santísima Eucaristía traducimos y transformamos en vida las verdades de la fe que debemos vitalmente propagar, hasta que “todos tengan vida y la tengan abundantemente”(Jn 10,10).
227. La Eucaristía es la fragua en donde, en íntimo diálogo transformador, se forja la genuina personalidad del discípulo de Cristo. Ahí toma de El directamente, de su misma carne y sangre, la fisonomía interna y carácter peculiar, el linaje elegido y sacerdocio real. Los convocados y elegidos forman la nación santa y el pueblo adquirido, alimentado por el mismo pan y el mismo cáliz constitutivos de la fraternidad cristiana. Es la presencia real de Jesús Eucaristía entre nosotros y en nosotros, quien elabora incesantemente la esencia y el vínculo de comunión vital de toda la Fraternidad.
228. En la Eucaristía, verdadero costado abierto y entraña viva de Jesús, se gesta y forma la nueva criatura, el hombre nuevo, reproducción del mismo Cristo en el hombre creado a su imagen. Y ahí toma su sentido y dimensión la pobreza, obediencia y castidad perfecta, en el seguimiento de Jesús para imitarle con la máxima fidelidad.
229. En la misma carne y sangre de Jesús el ser de su discípulo queda consagrado todo y sólo en el amor puro y perfecto del Señor. Feliz con Jesús y como Él, correrá su misma suerte y destino en el mismo pan entregado por nosotros y en la sangre derramada por todos. Con El y como El, nuestra vida seguirá los pasos del Cordero para quitar los pecados del mundo.

Estatutos de la Fraternidad Católica Misionera Verbum Dei.

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